IDENTIDADES
22.02.2014 23:21Cuando yo tenía 14 años, en mi colegio, si criticabas a EEUU te decían que te fueras a Rusia. Si eras de la Real Sociedad eras terrorista, y si eras del Atlético de Madrid era porque eras anti-madridista. En esa época o eras moro o eras cristiano. Los moros de los que teníamos noticia, o lloraban como mujer, o iban a caballo con capa, turbante y lanza por el Palacio de Oriente. Y los cristianos estaban divididos en dos: viejos (auténticos) y el resto (que se habían convertido a última hora en el siglo XV para evitar la expulsión).
En mi colegio, a finales de los 70, había apellidos larguísimos, llenos de conjunciones copulativas, locativos heredados y privilegios seculares. Algunos eran de derechas, como dios manda (“fachas”), y otros socialistas de derechas de toda la vida (“rojos”). Era muy simple. Si no te importaba podías vivir muy bien. Así pues aprendimos a identificarnos por nuestros contrarios. O sea, que si “eras rojo” era sólo porque existían “fachas”, y viceversa, no por otra cosa.
Mi hija Sarah, que tiene 15 años, está viviendo en Utah desde el pasado mes de Agosto. En una de nuestras primeras conversaciones por Skype, le pregunté que si ya había hecho amigos. Me contestó:
“Papá: es que aquí la gente es un poco rara. Hay de dos tipos: los mormones, que cuando hablan de los demás les llaman no-mormones, y los anti-mormones que hacen lo que sea para fastidiar a los mormones. Hasta fuman porros para que se fastidien los mormones. Y luego, en medio, estamos la gente normal, pero somos muy pocos.”
En su colegio se supone que no hay tanto apellido copulado, ni estados heredados, ni otro privilegio que no proceda del mérito o la virtud (son protestantes).
Pero treinta y seis años más tarde en una religión, idioma y cultura distintos, y a 11.000 Km de distancia, lo primero que hice fue recordar la situación de mi colegio: personas que se definen por su antítesis: o eres como yo, o eres anti-yo, o un no-yo. Personas que para poder definirse necesitan una némesis; que tienen identidad sólo porque existe su negativo fotográfico.
Lo segundo que hice fue respirar aliviado: parece que no es genético, ni cultural, ni religioso- me dije. Hay salvación sin tener que morir primero (somos católicos).
Lo tercero que hice fue volver a una idea que tuve cuando era estudiante de Ciencias Políticas y debatíamos seriamente sobre el problema identitario/nacionalista en los bares a altas hora de la noche: ¿qué es una nación? ¿En qué idioma hablaba Guifred el Pilos? Era Viriato ¿español o portugués? ¿Eran los RRCC inmigrantes de segunda generación? ¿Era más español Boabdil? ¿Vale Paris una misa? ¿Dónde nació Cristóbal Colón? ¿Quién peinó a la Dama de Elche? ¿Fue Don Pelayo, fue Don Favila? Y en fin, preguntas así.
Las personas, si te fijas, tenemos capas de identidad superpuestas, como en círculos concéntricos u orbitales. Y elegimos una de ellas según el “conflicto percibido” al que nos enfrentemos.
Por ejemplo: imaginemos una persona nacida en Madrid, de padre aragonés y madre bilbaína de la margen izquierda. Es ciudadana de la UE, miembro de Médicos Sin Fronteras, del Real Madrid, socio-culturalmente católica, no está afiliada a ningún partido político, habla inglés y es de raza caucásica.
Esta persona se podría auto-definir como madrileña, de origen aragonés o vasco, de clase trabajadora, española, europea, solidaria, madridista, creyente, apolítica, bilingüe y de raza blanca. Cuando no hay conflicto externo todas estas identidades son perfectamente compatibles e incluso complementarias. Pero ¿qué ocurre cuando surge?
En los partidos contra el Atlético de Madrid, ¿se definirá como madrileña o madridista? Si es contra el Barcelona, ¿como madridista, como madrileña, o como española? Si el conflicto es con Francia, ¿será española o europea? Si el conflicto es por el agua, ¿acaso será aragonesa?
Si es por el velo en las escuelas, ¿socio-culturalmente católica? ¿Creyente? Si es por el abuso de la banca sobre los ciudadanos, ¿será de clase trabajadora? Si el conflicto percibido es sobre el exceso de inmigración ¿será caucásica entonces?
Parece claro, que ante un conflicto muchas personas se sienten obligadas a elegir uno de sus círculos identitarios. Es como un mecanismo de supervivencia: pertenezco a una categoría que está siendo atacada.
Para defenderse hacen casi cualquier cosa: si el conflicto es entre Catalunya y Castilla, afirman los de un círculo que España es la “nación” más antigua de Europa (?!), y los del otro que Catalunya es una “nación” asediada (?!).
Son incluso capaces de hablar de la muerte de 15 personas (inmigrantes ilegales) a las que han disparado pelotas de goma mientras nadaban para alcanzar nuestras costas, diciendo que ninguna ha muerto en aguas españolas. Es decir, lo justifican en términos de identidad, y legalidad y territorio nacionales. Asunto resuelto. Son, eran, no-yoes. Y si no estás de acuerdo, y lo consideras una brutalidad, eres un mal patriota y un anti-español que osa criticar a nuestra Benemérita poniendo en peligro la marca España.
Pero, ¿de dónde viene esta necesidad de identificarse por defecto? ¿De dónde la necesidad de elevar a categoría absoluta una sola identidad propia negando las demás y las ajenas?
Recuerdo la Guerra de Las Malvinas. En Madrid se montó una manifestación enorme en la que las banderas argentinas ondeaban al viento en la Castellana. Cientos de miles de personas colocadas de repente en un círculo identitario hispanoamericano, o argentino, o anti-británico, o anti-La Pérfida Albión, país de piratas que estaba matando a nuestros hermanos. No sé. Reino Unido era una democracia, mientras que Argentina era gobernada por una Junta Militar salvaje y asesina, que mandó a sus jóvenes a la muerte para desviar la atención sobre la insostenible situación del régimen.
Yo, como todos, tengo muchos círculos de identidad: cuando se asesina a seres humanos me coloco en ese círculo: ser humano. Cuando me siento engañado y estafado vilmente por las élites políticas y económicas me coloco en un círculo de “clase social”, en el sentido marxista. Cuando viajo al extranjero soy español y cuando estoy en España soy José Luis.
Tener identidades múltiples no es lo malo: no se puede evitar. Lo monstruoso es tener anti-identidades: sentirse anti-catalán, anti-madridista, anti-español, anti-comunista, o anti-americano. Porque entonces “eres” porque tienes un enemigo. Eres co-dependiente: para “ser” necesitas negar a otro, demonizarlo, cosificarlo y despreciarlo.
Necesitas creer que tu identidad, es la mejor, la correcta, la moral, la normal. Y no.
Mi hijo mayor, Daniel, nació en Utah, EEUU, pero con dos meses ya vivía en Madrid. Un verano cuando él tenía unos 4 años, estábamos en el Parque Natural de Arches, Utah, su lugar de nacimiento, descansando en un sitio precioso. Daniel me hablaba a mí en inglés y a su padrino Bernardo en español de la forma más natural del mundo. Un estadounidense, que descansaba también cerca de nosotros, lo observaba con curiosidad. Cuando ya no pudo más le preguntó a Daniel: “Where are you from, kid? Y Daniel, en perfecto inglés le contestó: “Me? From Lavapiés.”
Pues eso.